¿Qué es un Kindle? Para nosotros los lectores, el Kindle constituye un dispositivo producido por un único fabricante, que permite leer textos en MOBI (similar al EPUB) y PDF. El Kindle es incluso un software: existen excelentes emuladores del sistema Kindle pensados para el iPad (iOS) y para la serie Galaxy (Android). Estas aplicaciones funcionan muy bien y son gratuitas, tanto en tabletas como en celulares.
Para Amazon, el Kindle representa una plataforma de venta de libros (así como de diarios y revistas) y un excelente medio tanto para obtener los datos de millones de consumidores como para estructurar un mega-sitio de venta de productos no necesariamente culturales –un sitio que, en Brasil, competirá con Casas Bahia, Magazine Luiza y Ponto Frio, entre otras cadenas.
El 6 de mayo de 2014, la comisión de Cultura de la Cámara de Diputados brasileña discutió la nueva definición de “libro”. El deseo de Amazon era que el Kindle (y por extensión, su único rival –bastante equivalente–, el Kobo) obtuviera un ajuste normativo. La Comisión informaba que el objetivo era discutir el proyecto de ley 4.534, “que actualiza la definición de libro y la lista de artículos equiparables”. La iniciativa apuntaba a alterar la Ley del Libro de 2003 y a definir como libro a “todos los títulos convertidos en formato digital, magnético u óptico y a aquellos impresos en Braille”. La meta era clara: ampliar la definición de “libro”, de modo de adecuarlo a los avances tecnológicos y de favorecer los medios de lectura para usuarios con necesidades especiales.
En diciembre de 2013, Fátima Bezerra (PT) –relatora del proyecto de la comisión– explicaba: “La modificación es sin duda necesaria. Por cierto, los modelos de almacenamiento y circulación de datos ofrecidos por las nuevas plataformas muestran la importancia de conceder al texto digital el mismo tratamiento que aquel que se otorga al libro impreso. No se puede ignorar que los acervos de las principales bibliotecas del mundo y de Brasil están siendo digitalizados y consultados por usuarios de todo el planeta. La popularidad de los libros digitales y de los dispositivos de lectura se expande rápidamente, en particular porque este tipo de materiales tienen un precio más atractivo que las publicaciones impresas”.
Ahora bien, la categoría “libro” confiere a cualquier mercadería un estatuto especial en la legislación brasileña. Existen muchas cuestiones en torno a este punto, pero lo importante es que el libro paga –y por buenas razones–, menos impuestos. Todos los artículos quisieran pasar por libros, para quedar exentos de tributación. Lo cierto es que si el proyecto fuera aprobado, el contribuyente brasileño estaría beneficiando fiscalmente a una gran multinacional de la venta minorista (y no sólo de la venta de libros).
© akasped (Flickr)
La relatora –que dicho sea de paso es una de las parlamentarias más activas de la comisión– sugiere impugnar la sección del proyecto en la que se equipara al libro “los periódicos convertidos a formato digital, magnético u óptico o impresos en sistema Braille; artículos originarios de periódicos convertidos en formato digital, magnético u óptico o impresos en sistema Braille; y equipos cuya función exclusiva o primordial sea la lectura de textos en formato digital y equipos para audición de textos en formato magnético u óptico de uso exclusivo para personas con deficiencias visuales”.
Los argumentos de Bezerra son cristalinos: “Pese a la importancia de las revistas o los diarios como vehículos de información y cultura, entendemos que no corresponde equipararlos a los libros, sea cual fuere su formato –impreso o digital–, ya que las particularidades de ese tipo de publicaciones periódicas se diferencian de aquellas que definen al libro”.
Bezerra también se muestra contraria a otorgar los beneficios del libro a los dispositivos electrónicos: “El proyecto de ley que examinamos considera como libros a los equipos con función exclusiva o primordial de lectura, una definición que nos parece vaga e imprecisa, impropia para un texto legal. Respecto de la función exclusiva, debe observarse que actualmente son pocos los aparatos disponibles en el mercado mundial que sólo funcionan como e-readers o lectores digitales”. Y agrega: “Incluso en el caso de esos dispositivos, la decisión de ampliar la función básica, incluyendo por ejemplo la posibilidad de navegar por la web, recae en los fabricantes y puede ocurrir en cualquier momento. La multifuncionalidad de los equipos digitales, como se ha visto respecto de los teléfonos celulares, constituye una tendencia que rápidamente puede volver obsoleto el tipo de dispositivo al que nos referimos”. La congresista rechaza el concepto de “función primordial”: según ella, lo que está en juego es la posibilidad de equiparar al libro a toda una gama de aparatos como las tabletas, las notebooks, las computadoras personales e incluso los teléfonos celulares.
El proyecto de ley recibió cuatro enmiendas. Tal como informa Fátima Bezerra, dos cambios fueron efectuados por la diputada Dorinha Seabra Rezende (DEM) y otros dos fueron propuestos por el diputado Marcelo Almeida (PMDB). Tres de ellos refuerzan el mundo ideal de Amazon y Kobo: un escenario en el cual los aparatos pagan pocos impuestos, gracias a la ampliación de la definición de “libro”.
Más allá de la inadecuación legal, y en sintonía con el tono general de las discusiones –tal como bien se muestra en el reportaje de PublishNews, a pesar de que el título del texto da a entender que Amazon y Kobo estarían “amenazados” de perder algo que nunca tuvieron ni debieron tener–, consideramos que resultaría importante rechazar este tipo de propuestas, porque crean una competencia desigual entre Amazon y las empresas brasileñas. Y no sólo en el sector del libro, como ya hemos mencionado.
El avance de Amazon en Estados Unidos –sumado al crecimiento imparable de las cadenas de librerías– desorganizó por completo el mercado editorial y librero. Las editoriales y librerías independientes terminaron arrasadas por las políticas de precios y de competencia promovidas por Amazon, sin que eso derivase necesariamente en una reducción de precios para el consumidor final. Lo que es más, el mercado editorial estadounidense terminó “pasteurizado”, ya que se reforzó la cultura del best-seller y se redujo el espacio de la bibliodiversidad.
Brasil es un país que actualmente sufre de una relativa falta de bibliotecas públicas y de políticas relacionadas –sólo en los últimos años hemos cumplido la meta de contar con el menos una biblioteca por municipio–. También es grave el cierre progresivo de librerías y la falta de canales de distribución de libros de editoriales pequeñas y medianas.
A pesar de este escenario, Brasil dispone hoy de una enorme red de editoriales independientes que garantizan un espacio para autores jóvenes y desconocidos. Son esos sellos los que garantizan buena parte de la producción intelectual y literaria nacional, además de que se ocupan de traducir obras relevantes en sus respectivos nichos.
Otorgar privilegios a Amazon significaría, en este momento, un error estratégico. Lo más acertado es seguir con el Plan Nacional del Libro y la Lectura, ampliando las acciones que fortalezcan la formación de lectores, la creación de espacios de lectura y difusión del libro, y ayudar a que las librerías independientes se adapten a la revolución tecnológica en curso.
Los obstáculos culturales que el libro ha conocido en la historia de Brasil precisan ser enfrentados. Las soluciones mágicas (exclusivamente tecnológicas) y monopólicas/oligopólicas deben ser rechazadas: así, la posición de la diputada Fátima Bezerra se muestra como la vía más adecuada.
Texto original: LIBRE
El autor
Haroldo Ceravolo es periodista, editor (Alameda) y presidente de LIBRE (Liga Brasileña de Editoriales, entidad que reúne a los sellos independientes de Brasil). Se doctoró en Letras en la Universidad de San Pablo.