A continuación presentamos la tercera y última entrega de la serie sobre la edición digital en África (la parte 1 se encuentra aquí; la parte 2 puede descargarse desde este enlace). El artículo analiza la forma en que las editoriales se apropian de las nuevas tecnologías, así como el surgimiento del audiolibro y de la auto-edición, antes de concluir sobre las oportunidades, desafíos y tendencias que podrían marcar la escena de la edición digital africana en el futuro.
Las editoriales africanas en la era digital
De los casos referidos anteriormente, parece evidente que las nuevas tecnologías pueden resultar de gran utilidad para las editoriales, que podrían hallar aquí un modo de sortear las barreras logísticas que históricamente han afectado el desarrollo del libro en África. Sherif Bakr –director de la empresa Al Arabi Publishing and Distributing y miembro directivo de la Asociación de Editores Egipcios– destaca los beneficios que la tecnología digital puede aportar en términos de distribución de contenidos, en particular en el seno de la región árabe:
“Los tirajes de impresión aquí en Egipto suelen ser de sólo mil ejemplares por libro y generalmente tratamos de venderlos en un plazo de dos o tres años. Si alguien quiere comprar mi libro en algún sitio remoto de Marruecos, no podrá conseguirlo. Ahora bien, con el libro electrónico, sí es posible. El mundo árabe está compuesto por unas 400 millones de personas. Incluso si llegamos al uno por ciento, eso significa un público de cuatro millones, es decir, un mercado que puede resultar muy lucrativo.”
La editora Nacéra Khiat –responsable del sello argelino Sédia– coincide con este diagnóstico y llama a los editores a utilizar los teléfonos móviles para estimular la lectura entre los usuarios más jóvenes:
“Lo digital tiene una ventaja, y es que puede viajar libremente por todo el mundo (…). En lugar de quejarnos de que los jóvenes no leen, convendría ofrecerles la posibilidad de leer de otra forma, en los soportes que más utilizan –esto es, los teléfonos celulares”.
Las ventajas son igualmente visibles para los editores de África subsahariana. Simon Ngigi, director de Longhorn –un sello fundado hace más de 50 años en Nairobi, con fuerte presencia en el mercado del libro escolar de África oriental– observa:
“Creemos que, en los próximos años, una porción cada vez mayor de los ingresos provendrá de los libros digitales. Cuando ofrecemos nuestros textos en formato electrónico, no sólo gana nuestra empresa, sino también los consumidores, ya que el precio de los libros digitales suele representar la mitad del precio correspondiente a los ejemplares impresos, lo que significa un ahorro importante.”
El editor nigeriano Sulaiman Adebowale, fundador de Amalion –editorial basada en Dakar que publica libros para un público panafricano– también considera que lo digital podría derivar en un mayor margen de rentabilidad:
“En la actualidad, los principales ganadores en la venta de libros físicos son los distribuidores, que retienen una comisión del 60% o el 65%, de la cual participan las librerías. Si a eso le sumamos el costo de envío y de gestión de stocks, queda claro que el margen de rentabilidad de los editores es muy pequeño. Ahora bien, en el entorno digital, todos esos gastos son mucho menores.” [entrevista personal]
Sin embargo, también existen razones para la prudencia. Además de los obstáculos relacionados con la conectividad a lo largo del continente, para las editoriales pueden presentarse otros desafíos. El editor Serge Kouam –director del prestigioso sello camerunés Presses Universitaires d’Afrique– valora las ventajas de lo digital en cuanto a la promoción de los textos, pero también es consciente de los riesgos que pueden surgir respecto de la distribución:
“Dispongo de la versión electrónica de todas las obras que comercializo. Además, nuestras prácticas digitales están sumamente desarrolladas, por ejemplo, en el terreno de la comunicación. No obstante, el temor a la piratería sigue afectando a la edición camerunesa: recibo muchas ofertas de agregadores y librerías en línea, pero enviarles los archivos a estos actores sigue siendo algo problemático. A decir verdad, prefiero conservar los archivos yo mismo, en lugar de arriesgarme a un conflicto con mis autores por un eventual uso ilícito de los textos. Por el momento, me quedo observando –incluso si, técnicamente, lo digital representa una vía posible.”
Es dentro de este marco, caracterizado a la vez por el optimismo y la cautela, que los sellos africanos realizan sus exploraciones digitales. Las editoriales internacionales con presencia local llevan un buen tiempo trabajando en este terreno, tal como ocurre con Pearson Sudáfrica, que cuenta con una vasta oferta de ebooks. Pero también las firmas independientes han avanzado en esta dirección. Además de los editores citados anteriormente –muchos de los cuales ya comercializan las versiones electrónicas de sus textos–, podríamos mencionar el caso de African Books Collective: fundado en 1985 con el fin de fortalecer la distribución y promoción de los libros locales, este consorcio constituido por 149 editores de 24 países de África ha conformado un catálogo conjunto de 2500 títulos, de los cuales 800 se venden en formatos digitales –PDF, EPUB y MOBI.
Existen incluso editoriales exclusivamente enfocadas a los ebooks, entre las cuales se destaca Nuevas Ediciones Digitales Africanas (NENA, por sus siglas en francés). La iniciativa, impulsada en 2006 desde Dakar por el emprendedor canadiense-senegalés Marc-André Ledoux, comenzó distribuyendo textos jurídicos en soporte CD-ROM. Con la llegada de las tabletas y los e-readers, NENA diversificó su catálogo e incorporó libros en formato EPUB, PDF y XHTML para el gran público. Hoy cuenta con más de 400 títulos de ensayo, novelas y poesía, la mayoría de los cuales son de autores africanos. En 2014, Ledoux presentó la Librería Digital Africana (LNA), con el objetivo de comercializar los materiales no sólo de NENA sino también de otras editoriales de la región. Por otro lado, la empresa ofrece servicios de producción, conversión y distribución de libros digitales. Interrogado sobre las oportunidades y los obstáculos de la edición digital en África, Ledoux explica:
“Al presente, el gran desafío es convencer al conjunto de los editores africanos de que se pasen a digital. Existe un potencial de varios millones de títulos que provienen de escritores y escritoras locales. Imaginemos el día en que todos esos títulos estén reunidos en un único sitio: para ese momento, los lectores interesados en temáticas relacionadas con África necesariamente lo consultarán y toda la literatura africana resultará realzada, en lugar de perderse en medio de la oferta pletórica de Amazon o del iBookStore –tiendas en las cuales esa literatura permanecerá siempre minoritaria.”
Logo de LNA, la librería virtual perteneciente a Nuevas Ediciones Digitales Africanas (NENA)
En 2014, la editorial nigeriana Cassava Republic presentó su sello digital Ankara Press, dedicado a ficción romántica. Una de las principales razones que motivaron a Bibi Bakare-Yusuf –responsable del proyecto– a trabajar con nuevas tecnologías es que estas herramientas facilitan considerablemente la distribución, no sólo para llegar a los lectores del continente, sino también a los miembros de la diáspora africana que residen en el resto del mundo. Los libros electrónicos de Ankara Press se venden a menos de 3 dólares.
Desde Dakar, el proyecto eBookAfrica ofrece diversos textos en versión flip-book y en formato audio. La plataforma apunta a generar un ecosistema de contenidos en línea –revistas digitales y materiales pedagógicos multimedia– en torno de esos textos, con el objetivo de rescatar las lenguas africanas y reconciliar la cultura oral con la escrita, gracias a las nuevas tecnologías.
Existe también un intenso movimiento en el campo de las editoriales de comics. El sello Leti Arts –creado por los programadores ghaneses Eyram Tawia y Wesley Kirinya– propone diversos contenidos basados en el folklore local, entre ellos historietas digitales como True Ananse (2012), que pueden leerse en dispositivos móviles. Desde Nigeria, Comic Republic ha creado un universo de superhéroes africanos –el más conocido de los cuales es Guardian Prime– cuyas historias pueden descargarse gratuitamente, en formato PDF y CBR. La también nigeriana Youneek Studios desarrolla comics y novelas transmedia, entre ellos EXO, la leyenda de Wale Williams –una saga futurista ambientada en África en 2025–, disponible para Kindle y dispositivos iOS.
Imágenes de True Ananse (Leti Arts) y de Guardian Prime (Comic Republic)
Por último, hay que señalar que la cuestión digital gana espacio en las ferias del libro. El tema de la 18ª Feria Internacional del Libro de Nairobi (2015) fue “Twende Digital”, que en swahili significa “saltemos a digital”. Otras ferias relevantes, como la de Argelia (SILA) también han incorporado la variable tecnológica en las discusiones profesionales.
Audiolibros: un formato en ascenso
Además de editoriales y plataformas que distribuyen ebooks, son cada vez más los proyectos africanos que integran audiolibros en su catálogo. La compañía nigeriana Talking Bookz, por ejemplo, ha alimentado un fondo de más de 3000 títulos –de autores tanto africanos como internacionales– y apunta a convertirse en la mayor tienda de la región.
Asimismo, en un continente en el cual las tradiciones orales han desempeñado históricamente un rol clave, surgen iniciativas de conservación y divulgación de textos locales en formato hablado. Un caso interesante dentro de este campo es Badilisha Poetry X Change: se trata de un archivo digital de poesía panafricana que desde 2012 ha reunido las obras de más de 350 poetas, provenientes de 24 países.
En África incluso hallamos proveedores como AudioShelf que se dedican a la auto-edición de audiolibros. Bajo este modelo, los autores pueden contratar diversos servicios relacionados con la creación y distribución de sus obras en versión hablada.
Auto-edición e impresión bajo demanda
Por cierto, el negocio de la auto-edición crece en todos los formatos. La plataforma nigeriana Okadabooks, por ejemplo, ha conseguido reunir más de 8000 ebooks –el 90% de los cuales son de consulta gratuita– escritos por autores de varios países, que pueden descargarse desde un portal adaptado a teléfonos móviles. En Sudáfrica, entre las numerosas empresas que forman parte del sector de la auto-edición, podríamos mencionar el caso de MyeBook, que ofrece servicios de conversión, edición y marketing a autores africanos interesados en distribuir sus textos a nivel global, y Porcupine Press, que trabaja tanto con ebooks como con impresión bajo demanda y que se presenta como el principal sello de auto-publicación del país.
En el terreno de la impresión bajo demanda, hay que advertir que si bien existen en la región numerosos proveedores que producen tirajes cortos, la fabricación de ejemplares en la modalidad 1 a 1 aún no ha alcanzado la solidez comercial necesaria para sostenerse. Este problema –sumado a la difícil coyuntura económica local– derivó en agosto de 2016 en el cierre de la plataforma MegaBooks y de su empresa matriz, MegaDigital, después de más de dos décadas de presencia en el mercado del libro sudafricano.
Una mirada hacia el futuro
Los casos y testimonios referidos hasta aquí parecen indicar que el ecosistema de la edición digital africana posee características propias y presenta áreas de enorme dinamismo. En primer lugar, los teléfonos móviles –componente clave de la economía digital del continente– se han convertido en una plataforma ineludible para la distribución de publicaciones de toda clase. Asimismo, los esfuerzos desplegados por diversas entidades sin fines de lucro han contribuido a expandir la base de lectores. Por otro lado, diversos emprendimientos de base tecnológica han añadido una fuerte dosis de innovación al mercado de contenidos educativos, al tiempo que numerosas editoriales comercializan sus textos en formato electrónico para llegar a un público más vasto, tanto a nivel local como internacional.
Por cierto, el ritmo de los cambios podría acelerarse en función de lo que ocurra en el sector educativo. Varios países africanos están invirtiendo masivamente en infraestructura tecnológica para escuelas y universidades. Kenia, por ejemplo, planea entregar 1.2 millones de dispositivos electrónicos a instituciones públicas hasta fines de 2017: los contenidos serán obtenidos de diversas fuentes, entre ellas las editoriales locales. Al mismo tiempo, el sector público destina considerables recursos para la construcción de archivos y bibliotecas en línea, en muchos casos articulados con los programas educativos nacionales, tal como ocurre en Angola, Egipto, Nigeria, Ruanda y Sudáfrica. En este contexto, el trabajo conjunto entre start-ups y empresas editoriales podría resultar especialmente provechoso.
Así, las oportunidades de la era digital para la edición en África resultan innegables. Pero los desafíos son igualmente visibles. Aunque los teléfonos celulares permiten sortear un buen número de obstáculos relacionados con el acceso –en particular la escasez de conexiones de banda ancha fija–, la penetración de Internet móvil en África sigue siendo baja en comparación con otras partes del mundo. Además, las iniciativas filantrópicas directa o indirectamente apoyadas por los gigantes tecnológicos globales pueden aportar un alivio en el corto plazo, pero también suponen un riesgo para la neutralidad de la web y para la autonomía del ecosistema cultural africano. Por otra parte, los proyectos sin fines de lucro desplegados por entidades de promoción de la lectura locales que dependen de donaciones –ya sea de contenidos o de dispositivos– difícilmente podrían resultar sostenibles en el tiempo.
En este contexto, para desarrollar la edición digital africana seguirá siendo necesario apostar de todas las formas posibles a la construcción de un mercado –local e internacional– viable. Si bien la tarea de mejorar el acceso y la infraestructura de pagos electrónicos recaerá principalmente en el sector público, los demás actores de la cadena –editores, escritores, tiendas en línea, agregadores, organizaciones sin fines de lucro, start-ups, incubadoras, entre otros– enfrentarán el reto de trabajar en red y conformar una industria que resulte lo más integradora posible.