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China

Los múltiples desafíos de la era digital

Tal como intentamos resaltar, las nuevas tecnologías en China están transformando de raíz el universo de la edición. Sin embargo, no son pocos los desafíos que en esta era electrónica enfrentan las editoriales –en particular los jugadores pequeños y medianos de capital privado.[1]

Para comenzar, la piratería digital constituye un espectro que por razones obvias atemoriza a todos los sellos. En efecto, si un gigante como Shanda debe batirse incesantemente contra otros portales en presunta infracción, ¿qué queda para los actores de menor tamaño? Según diversas fuentes, existen en China más de 530.000 sitios con libros pirateados[2] y de hecho el 95% de las descargas de libros en el país correspondería a materiales no autorizados.[3] Sin embargo, es probable que la creciente presencia de corporaciones locales que –como Shanda, ChineseAll o Founder Apabi– basan su negocio en el copyright contribuya a mitigar el problema en el mediano plazo. Las mutaciones tecnológicas y económicas que han tenido lugar en China en los últimos años han llevado a los juristas a repensar a fondo la ley del copyright, de modo que también en la legislación se verán cambios, tarde o temprano.[4]

Por otra parte, los editores suelen carecer de fondos para iniciar un proceso de reconversión, e incluso si disponen de recursos, desconocen hacia dónde deben migrar, porque el nuevo modelo de negocio no resulta demasiado claro.

Un escollo adicional que afecta también a los sellos más pequeños es la falta de estandarización en los formatos de archivo y en los metadatos; esto se debe en parte al surgimiento de colosos locales que han impuesto sus propias normas dentro de sus respectivos ecosistemas. También en este aspecto cabe esperar una mayor regulación.

Otro inconveniente típico –que por cierto afecta a la industria china en general– es la dificultad para construir marcas atractivas en el exterior; en cierto sentido, podríamos decir que el gigante asiático no siempre encuentra la manera de transformar la cantidad en calidad, algo que sí han logrado sus competidores estadounidenses, europeos y japoneses. Así, existe el riesgo de que las editoriales chinas se conformen con su mercado interno y que sus avances digitales no sean conocidos en el resto del mundo. Puesto que tales progresos podrían significar un conocimiento de sumo valor para los demás editores de países en desarrollo, sería interesante establecer una suerte de observatorio que brinde información actualizada sobre el tema.

Por último, la mediación estatal que siempre ha caracterizado a China continental vuelve muy arduo –y hasta contraproducente– cualquier intento de trabajar directamente con los sellos pequeños y medianos. Tal vez sea necesario pasar por las instituciones locales –universidades, centros de I+D, parques tecnológicos de edición digital– a fin de lograr un contacto con los emprendedores. Con todo, en Hong Kong y Taiwán sí podría valer la pena ensayar una vinculación más directa con los editores.


 

Notas    
  1. Para el desarrollo de este punto hemos recurrido exclusivamente a la bibliografía disponible, pues China ha sido el único país del que no hemos podido obtener respuestas directas a nuestra entrevista online. El factor idiomático sin duda ha pesado en todo esto, pero también han intervenido otras variables. La primera sorpresa fue advertir que, a diferencia de sus colegas del resto del mundo, los editores chinos no podían abrir el formulario web. Tardamos algunos días en comprender que ello era consecuencia directa del conflicto entre Google y Beijing, que a principios de 2010 había llevado a la compañía de Silicon Valley a cancelar sus operaciones en el coloso asiático: nuestro cuestionario, construido a partir de Google Forms, era así inaccesible en China. Algunos editores que dominaban el idioma inglés gentilmente nos solicitaron luego el cuestionario en un archivo Word, pero finalmente nunca contestaron. Esta falta de respuesta contrastó llamativamente con el fluido intercambio que pudimos mantener con algunos profesionales de Taiwán e incluso con editores occidentales asentados en China continental.
  2. Cf. , jfdaily.eastday.com, 18 de agosto de 2010.
  3. Cf. Jing Xiaolei: “Readers Going Digital”, Beijing Review, 26 de noviembre de 2009.
  4. Cf. , Chinaxwcb, 25 de febrero de 2011.

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