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América Latina

La edición tradicional frente a lo digital. Entre el peligro y la oportunidad

El punto anterior puede ayudar a explicar la actitud de una buena parte de los editores y libreros latinoamericanos frente a la era digital. La piratería constituye probablemente la mayor inquietud: nadie quiere sufrir el mismo destino que las discográficas. Sin embargo, la edición papel muestra sus limitaciones y tarde o temprano los editores tendrán que experimentar con los nuevos formatos.

Leandro Donozo, director del prestigioso sello independiente Gourmet Musical (Argentina), explica el peso que adquiere la piratería en su decisión de no incursionar en la venta de libros electrónicos:

La principal razón por la que no publico libros electrónicos es la piratería. Me resisto a liberar una copia, a liberar mi master: cuando libero un PDF normal, ése es mi master; no hay diferencia entre el archivo que yo mando a la imprenta y el archivo que libero. Y no quiero liberar eso porque sé que en cuanto lo haga, al menos 100 personas que podrían comprar el libro ya no lo comprarán, porque preferirán descargárselo; ni siquiera lo comprarían si estuviera más barato. Y no encuentro a nadie que me dé un fundamento técnico de por qué lo que con el mp3 no funcionó sí va a funcionar con el libro electrónico. Falta encontrar una ecuación, y para mí ése es el principal obstáculo. No tengo la solución comercial y no sé si alguien la tiene.[1]

Para una porción importante de los editores latinoamericanos, la era electrónica –y la posibilidad de que los textos terminen copiados ad infinitum– asume la forma de amenaza contra el negocio mismo del libro. Y aquí opera una suerte de profecía auto-cumplida que podría intensificarse en los próximos años: como el temor aleja a los editores de la opción digital, son pocos los contenidos disponibles en formato electrónico y por lo tanto serán mayores las probabilidades de que los textos resulten digitalizados masivamente, sin autorización.

Con todo, hay que recordar que la piratería no es un reto privativo de lo digital: la última encuesta de CERLALC indica que la reprografía ilegal –por ejemplo, las fotocopias– y la piratería en papel son aún 2 de los grandes obstáculos que afectan a la edición local; estos sistemas de copiado no autorizados están presentes en la industria desde hace muchísimos años. Por otra parte, es interesante observar que los 2 desafíos que según los profesionales encuestados por CERLALC encabezan la lista –por encima de la piratería– no sólo no son consecuencia de la era electrónica, sino que podrían incluso mitigarse gracias a la incorporación de nuevas tecnologías en la cadena del libro. Nos referimos a:

  1. los cambios en las variables macroeconómicas;
  2. la baja demanda.[2]

Sin entrar en detalles, respecto del primer punto, cabe suponer que un sistema de edición menos dependiente del insumo papel permitiría a los editores sobrellevar mejor un contexto de inflación, devaluación o inestabilidad económica en general. En cuanto al segundo aspecto, la creciente sed de contenidos digitales manifestada por los lectores latinoamericanos constituye un indicio de que la demanda de libros no está disminuyendo, sino que ha mutado y reclama otros formatos y nuevos soportes. Si la industria editorial encontrara la forma de aprovechar estos cambios, las ventajas serían considerables, tal como añade Donozo:

En mi caso, publico libros muy específicos, libros de música, donde el libro electrónico me ofrece mejores posibilidades que el libro en papel. Por ejemplo, a veces tengo que hacer libros con más páginas de las que puedo imprimir, porque me costarían carísimo. Además, en ocasiones hay que incluir materiales que no son de texto –ilustraciones, ejemplos musicales, partituras, sonido, video, referencias, hipervínculos, bibliografías, hipervínculos internos, índices onomásticos con referencias internas– y allí el libro electrónico puede ser mucho más eficiente. A la vez, quiero publicar más títulos de los que puedo imprimir. De modo que si pudiera hacer libros más interesantes, más baratos de producir, pero poder producir más títulos, vendiendo menos ejemplares y en un mercado como la música donde el sonido le da una nueva dimensión importantísima al libro, eso para mí sería una gran mejora.[3]

En este contexto, es interesante observar que en un país devastado como Haití, donde la edición papel padece enormes restricciones, los editores locales no dudan en identificar las grandes oportunidades que podrían derivarse de las nuevas tecnologías. Rodney Saint-Eloi, director del sello Mémoire d’encrier, sugiere:

En Haití existe una gran tradición literaria; el problema es la segregación de clases. La literatura permanece ligada a la noción de clase social. A las personas que comen, que van a la escuela, que se visten, que viajan… Es la distinción social. (…) El papel existe pero no está popularizado, democratizado. Lo digital permitirá ampliar la esfera de ciudadanía.[4]

 


 

Notas    
  1. Entrevista personal, febrero de 2011.
  2. Cf. CERLALC, op. cit., octubre de 2010, p. 7 y ss.
  3. Entrevista personal, citado supra.
  4. Entrevista personal, diciembre de 2010.

3 Comentarios

  1. Según mi experiencia con libros académicos, las ediciones digitales (me refiero al formato PDF pues el e-book aún no entra al mercado peruano) no restan compradores al libro impreso pues se dirigen a públicos diferentes. Sin embargo, aún no tengo estadísticas que respalden esa percepción.

  2. thierry quinqueton

     /  27/08/2011

    Intéressante la réflexion de Rodney sur la place de la littérature en Haiti. La fonction objective de ségrégation sociale de l’édition traditionnelle et les perspectives d’émancipation que pourrait représenter l’édition numérique dans un marché comme Haiti.
    Je conprends qu’on n’accepte pas la généralisation à tous les contextes d’une telle réflexion, mais on ne peut pas ne pas écouter avec attention ce qu’il nous dit là de la société qui est la sienne.

  3. Complétement d’accord avec Thierry, en même temps, quelle solution possède une société si ce n’est d’évoluer ? J’aime assez les systèmes d’édition actuels.

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